LA EDUCACIÓN DE LOS VALORES
EN MÉXICO
El
ser humano está obligado a observar en la convivencia con sus semejantes un
esquema de valores estandarizado; de lo contrario,
caerá en subjetivismos y relativismos que, seguramente, generarán desajustes en
su entorno.
La
casa es la primera escuela y los padres los primeros maestros de ese código
valoral del cual es muy difÃcil desprenderse y que persistirá en la persona a
lo largo de su vida. La escuela sólo es una extensión de los principios y
modos de ser positivos adquiridos en el hogar, entre varios de sus
propósitos se tiene establecido la familia inculca valores, la escuela los
consolida y se ejercitan en el entramado social.
Cuando
los docentes, como depositarios de los contenidos de la educación formal asuman
una actitud beligerante; cuando dejen de lado la neutralidad propia de sus
deficiencias pedagógicas, psicológicas y didácticas; cuando le construyan un
ambiente agradable al alumno; entonces, éste abrirá su voluntad para aprender a
aprender, a ser a hacer y a convivir con los demás.
En México, la educación pública está bien fundamentada
legalmente para formar, de manera integral, al individuo (Art. 3° de la
Constitución PolÃtica de los Estados Unidos Mexicanos y la Ley General de
Educación); este marco legal propicia que los docentes actúen de manera
responsable y congruente hacia las reacciones de los alumnos. Se han dado
situaciones con las cuales estas premisas parecen más utopÃas que mandatos y
garantÃas de ley; entonces, ¿cómo crear ciudadanos capaces de entender sus
derechos, asumir sus responsabilidades y exigir soluciones? ¿Cómo hacerlos
libres y democráticos?
En
el Art. 3° de nuestra Carta Magna está evidente que el Estado exige una
formación rebosante de libertad, justicia, tolerancia, igualdad,
responsabilidad, amor a la Patria, respeto a la dignidad humana y al estado de derecho, democracia, solidaridad
internacional; mas, ¿cuáles de estos valores se practican al revisar tareas o
trabajos, al dar una indicación, al hacer una observación disciplinaria, al
estar en un evento cÃvico; en fin, en el actuar escolar diario? Es decir,
deberÃa tacharse de inconstitucional cualquier conducta que no acatara las
indicaciones del mandato en cuestión.
Todas
estas consideraciones sirvan para hacer una propuesta alternativa tendiente a
eliminar las prácticas tradicionales y abordar inmediatamente un quehacer
educativo moderno, como lo es el alumno, su época y su entorno. Dicha
sugerencia se sustenta en estudios realizados por J. Locke, J. J. Rousseau, S.
Freud, entre otros.
Los
valores absolutos, propios de la naturaleza humana, los cita el primero como:
¨El bien y el mal se aprenden¨; es decir, si la ética representa nuestro
actuar individual, la moral es nuestra convivencia en comunidad; por lo
tanto, la educación debe concebirse con libertad, diálogo, reflexión, empatÃa,
autorregulación, autonomÃa, pertinencia, etc.; esto es la educación moral de
mÃnimos, en oposición a la practicada con base en valores relativos, por
ejemplo de subjetivismo y escepticismo, que tanto daño le han hecho. El segundo
(Rousseau) dice que: ¨El hombre nace bueno [pero] la sociedad lo corrompe o le
preserva su bondad¨; baste leer su Emilio o de la educación, en el cual se
encuentra la receta para formar, canalizar y fortalecer la voluntad y, con
ello, la capacidad de saber elegir lo que es conveniente. El tercero (Freud)
sustenta: ¨El ser humano es un perverso polimorfo¨; la escuela debe aportarle
los recursos para acatar y aplicar normas básicas de conducta y, asÃ, adquiera
autorregulación, autonomÃa y principios universales elementales; tendientes a
superar posibles conductas inadecuadas.
Algunas
instituciones ya brindan el formato de las tutorÃas como recurso opcional para
conectar más a los padres, a los alumnos y a la escuela; pero, sin la
colaboración estrecha entre estos tres elementos, las expectativas de avances
positivos serán pobres o nulas. Ellos son entes bio–psico–sociales y responden
a estÃmulos en estas tres direcciones. A pesar de sus edades, sus intereses,
sus situaciones; sin embargo, deben enfocarse a hacer uno solo en el sistema de
la educación formal, en la cual son engranajes que chocan y se complementan
alternativamente.
En
la esfera social, por ejemplo, existen ciertas competencias propias para un
desempeño aceptable en la solución de conflictos; a saber: diálogo,
negociación, aplicación de la ley, empatÃa, consenso, disenso, conciliación,
mediación; sin el dominio mÃnimo de todas ellas, le será muy difÃcil al
muchacho-alumno solucionar sus problemas y enfrentar sus consecuencias. Para
eso escuela y familia deben prepararlo. Padres y profesores deben asumir el
compromiso de proporcionar al hijo-alumno todo lo necesario para que, inmerso
en un ambiente cada dÃa más complejo, le haga frente a los retos que le surjan
y asuma con conciencia, voluntad y una alta moral las consecuencias de sus
actos, cada vez, de seguro, menos desastrosas y más próximas a aportar algo
positivo a su entorno social y natural.
Para
ello los docentes deben armarse de la tecnologÃa adecuada para hacer más
amena su tarea, adaptar sus valores a la edad de los alumnos, procurar una
salud fÃsica, mental y espiritual que se presenten Ãntegros ante sus pupilos y
una capacidad de comunicación abierta, y sincera.
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